Ronda, encanto en la serranía
En un emplazamiento espectacular, sobre una meseta rocosa y a horcajadas de un sobrecogedor tajo de piedra caliza de 100 metros de profundidad que traza a su paso el rio Guadalevín, se encuentra la bellísima ciudad de Ronda, quedando dividida en dos partes y unidas, a su vez, por un imponente y colosal puente, que se presenta como la imagen más característica de la villa.
La historia de Ronda se remonta al neolítico, considerándose sus orígenes en el siglo VI a. C., con la llegada de los celtas, que la denominaron Arunda; después los fenicios se asentaron en una aldea cercana que la llamaron Acinipo, para una vez tomada por los griegos llamarse Runda. Con la llegada del imperio romano fué reagrupada y adquirió el rango de ciudad, pasando, a partir del siglo V, por manos de suevos, bizantinos y visigodos.
Es con la llegada de los árabes, durante el Califato y posteriormente con los Reinos de Taifas, cuando la ciudad adquiere su mayor esplendor, siendo en esta época y hasta finales del siglo XI un importante centro cultural, militar y político; después pasó, sucesivamente, a manos de almorávides, almohades y benimérines, hasta que terminó siendo tomada por los cristianos en el año 1485; habiendo sido siempre considerada una plaza difícil e inexpugnable y de espíritu batallador, como fué demostrado en la lucha contra los franceses, erigiéndose en el más célebre foco del bandolerismo en la España del siglo XIX.
Para conocer la ciudad de Ronda, hay que entenderla dividida en tres barrios, el barrio de San Francisco, el más antiguo y donde estuvo emplazado el alcázar; la Ciudad, de pintorescas calles con arcos y empedradas, casas palacios, conventos e iglesias; y el Mercadillo, moderno, con casa de blanco resplandeciente y rejería en sus ventanas.
Así que para trazarnos un recorrido por la ciudad, nos situaremos sobre el impresionante Puente Nuevo, desde el que hay que embelezarse con la vista que nos ofrece del Tajo y de las sierras que lo circundan. Esta gran obra de ingenieria fué realizada por José Martín de Aldehuela, a finales del siglo XVIII; de 98 m. de altura, sobre sillería de piedra y formado por un arco inferior sobre el que levanta otro superior; en la parte alta se encuentran las dependiencias que en su día fueron utilizadas como cárcel y a ambos lados se abren otros dos arcos, también de medio punto, que sirven para sostener la estructura de la calzada. A un lado del puente está la Plaza de España y al otro lado el acceso a la antigua medina árabe, o barrio conocido como La Ciudad.
Al salir del puente, a la izquierda, está el Convento de Santo Domingo, que fué sede local de la Inquisición; girando a la izquierda, en la calle Santo Domingo, está la Casa del Rey Moro, mansión del siglo XVIII, construída sobre el solar de un palacio árabe, con una escalera de 365 escalones que llega hasta el río; el Palacio del Marqués de Salvatierra, edificio señorial del siglo XV y reformado en el siglo XVIII, con fachada barroca en sillería de piedra con puerta adintelada, columnas corintias y un gran balcón con rejas de forja rondeña; el dintel con el escudo nobiliario de la familia está soportado por figuras desnudas de influencia indiana.
El Alminar de San Sebastian formó parte de una antigua mezquita del siglo XIV y sirvió también como campanario de la desaparecida iglesia de San Sebastián. De planta cuadrada y tres cuerpos de altura. La Iglesia Mayor de la Encarnación, en la Plaza de la Duquesa de Parcent, sus inicios datan del siglo XV, la que fué mezquita y de la que sólo se conserva un alminar y en su interior un arco del mihrab, labrado con decoración de yesería; la mezcla de estilos dan muestra de la diferentes fases de construcción por las que ha pasado. En el exterior su fachada hace gala de una amplia galería. En la misma plaza está el Ayuntamiento que incorpora parte de edificios anteriores, remodelado en el siglo XX, cuenta con una fachada doble de arquería y artesonado mudéjar. El Palacio de Mondragón, en la Plaza de Mondragón, hoy convertido en Museo Municipal, se distribuye en su interior en torno a tres patios; el patio de arquería conserva los mosaicos y enlucidos árabes originales.
Muy cerca, en la Plaza del Campillo, está el Mirador del Campillo, desde el que podemos retomar unas maravillosas vistas. En pleno corazón de La Ciudad, sin dejar de callejear por ella, nos encontramos la Casa del Gigante, interesante ejemplo de la arquitectura civil árabe, de los siglos XIV y XV, y llamada así por sus dos figuras en piedra que adornan las esquinas del edifico, de las que tán sólo queda una. Se conservan cuatro columnas originales de mármol y capiteles de hojas secas. La pequeña alberca que hay en su interior es una reproducción de la original. Resulta curioso y hay que visitarlo, el Museo del Bandolero, en la calle Armiñan, que contiene documentos y testimonios del bandolerismo.
En el barrio de San Francisco, ha que detenerse en el Convento de San Francisco, que da nombre al barrio, del siblo XVI, de estilo gótico mudéjar, fué fundado por los Reyes Católicos tras la toma de la ciudad, justo en el lugar donde estuvo levantado su campamento. Los Baños Árabes, siglos XIII-XIV, situados en la antigua judería, en la confluencia del río Guadalvín y el Arroyo de la Culebra; sus tres salas principales están cubiertas con bóvedas de cañón. La central está dividida en tres naves por arcos de herradura de ladrillo. El Puente Viejo, del siglo XVI, consta de un sólo arco apoyado sobre piedras y el Puente Romano, muy cerca de los Baños Árabes, también conocido como el Puente de las Curtidurías, de la época árabe, construído en piedra y de un sólo arco.
En el Mercadillo, la preciosa Plaza de Toros, siglo XVIII, una de las más antiguas de España, del arquitecto Martín de Aldehuela, con una portada de arco de medio punto entre pilastras, decorado por el escudo del Real Cuerpo de la Maestranza de Caballerías y con unas ménsulas que sostienen un balcón de forja rondeño; dos galerías de arcos rebajados sobre columnas toscanas de piedra componen las gradas. En el mismo lugar, para los amantes de la tauromaquia, se encuentra el Museo Taurino.
Un tanto en las afueras, pero que no debemos dejar atrás, es la Iglesia del Espíritu Santo,siglo XVI, de estilo góticorenacentista, mandada construir por los Reyes Católicos; de aspecto sobrio y apariencia de fortaleza, la portada de sillería está compuesta por un arco de medio punto enmarcado por alfiz de corte mudéjar; consta de una sola nave, cubierta con bóveda gótica soportada por gruesas columnas renacentistas y sus capillas laterales por bóvedas de crucería estrelladas. El altar mayor presenta un retable de estilo barroco próximo al rococó.
En Ronda hay que pasear, deternerse, contemplar, gozar… de todo el encanto que atesora esta bella ciudad, por eso hay que ir sin prisas, y lo mejor es hacer una «Parada y Fonda», pero de las que estén en consonancia con lo que se haya visto o quede por ver, que es mucho y bueno.
Hotel Alavera de los Baños. San Miguel s/n. Ronda (Málaga)
Su nombre se debe a que se encuentra ubicado «a la vera» de los Baños Árabes, el Puente Viejo, en la antigua judería, en un privilegiado lugar, calmoso y cercano a la ciudad, rodeado de un silencioso campo y cortijos. Edificado de muros blancos con rejas, geranios en las ventanas y farolillos de forja, propios d la arquitectura serrana andaluza; en su interior destacan elementos árabes, como los arcos de ladrillo y los azulejos. El ambiente es cálido y hogareño. Sus diez habitaciones dan al exterior con una magníficas vistas, estando cada una de ellas decoradas de un color distinto y con muebles de madera de haya, bien equipadas y adaptadas al espacio disponible. El bonito jardin con la piscina, que era una antigua alberca, también goza de unas excelentes vistas. Dispone de sala de estar, biblioteca y parking. El restaurante ofrece una cocina tradicional andaluza y platos de origen árabe-marroquí.
Restaurante Tragabuches. calle José Aparicio, 1 Ronda (Málaga).
Es todo un referente en Andalucía, premiado y galardonado con regularidad, que dentro de un marco minimalista, ofrece una cocina arraigada en el recetario andaluz con platos creativos e innovadores que sorprende y satisface a los paladares más exquisitos. No puede faltar en un día como éste.
Para quien le guste la repostería, durante este agradable paseo, puedes encontrar distintas tiendas y especialmente conventos donde comprar las típicas yemas del Tajo, borrachuelos o roscos de vino, propios del lugar y otras con productos de forja o cerámica. Las chacinas también tiene su espacio.