Betancuria y su iglesia catedral de Santa MarÃa
En el centro oeste insular, al abrigo de los piratas y de los vientos dominantes, vamos a visitar una villa habitada por medio millar de almas. Las casas se resguardan en su fértil valle al amparo del macizo de Betancuria, que alcanza los 724 metros en su punto más alto.
Enjalbegada, compuesta por arracimadas casas que todavÃa conservan en puertas y ventanas rasgos góticos o renacentistas, Betancuria es toda ella pueblo de lento pasear porque conviene ir fijándose en los muchos detalles arquitectónicos que aparecen aquà o allá, y también en los muchos geranios que embellecen la antigua capital majorera.
Casas y casonas que, por cierto, forman el conjunto histórico más importante de Fuerteventura: estamos en el más aristocrático de los pueblos majoreros, fundado en 1402-1404 por los normandos capitaneados por Juan de Bethencourt, a quien deben estos parajes el topónimo.
Aquellos conquistadores eligieron los terrenos presentes por su fertilidad y por el agua del suelo. Luego, incorporada como toda la isla a la Corona de Castilla en 1405, Betancuria pasó a ser cabeza del señorÃo de Fuerteventura hasta 1834, año en que la capital se cambió a la villa de Antigua y de La Antigua se mudó a Puerto del Rosario.
En nuestra visita por Betancuria podemos destacar la iglesia-catedral de Santa MarÃa de Betancuria, situada en la plaza de la Concepción. Su blancura constrasta con el paisaje ocre rojizo. Formalmente es de planta basilical, tres naves separadas por columnas toscanas y torre formada por cuatro cuerpos. Sus orÃgenes habrÃa que buscarlos en el siglo XV y desde aquella legendaria centuria es catedral.
Su edificación primera -gótico, francés o normando- se la debemos al maestro Jean Le Maçon (1410), pero aquella belleza fue arrastrada por los piratas berberiscos de Xabán Arráez. Lo que actualmente vemos es una reconstrucción concluida en 1691. De hecho, en una de las inscripciones del templo se cita ese año y el nombre del maestro Pedro de Párraga.
La iglesia guarda aquella talla de Santa Catalina que según la tradición acompañó en el siglo XV a los conquistadores. Y una cosa más, es indispensable pararse a observar la bonita veleta. Se trata, sin duda, de uno de los monumentos más importantes de Canarias.
Foto VÃa: Guillermo Fdez