El secreto de Liebana

Santo Toribio de Liébana

Muchos son los secretos que esconde Cantabria. Tantos como pueblos componen la Comunidad cántabra. Los más adictivos, por aquello de la inmensidad del mar, son las villas costeras. Pero no son los únicos. Si abandonamos Santander con dirección a Asturias y recurrimos a uno de los muchos mapas turísticos que podemos encontrar, es más que probable que nuestros pasos acaben en las primeras estribaciones de los Picos de Europa. Más concretamente en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, ‘escondido’ entre montañas y una de las paradas obligatorias para cualquier viajero que se precie.

Antes de llegar al Monasterio, habremos pasado por Potes, una de las villas más hermosas de Cantabria, y olvidado ya el bullicio de las calles santanderinas, al llegar a Santo Toribio de Liébana, la tranquilidad y la naturaleza inundarán al visitante. El enclave es perfecto. Los inmensos valles cántabros se confunden con las altitudes de los Picos de Europa y el verde domina el paisaje. Lo complicado de los accesos otorga al Monasterio un valor añadido. Resulta complicado imaginar cómo se desarrolló su construcción con medios precarios.

Fue desde allí desde donde arrancó la Reconquista tras la invasión musulmana y por eso, por ser uno de los gérmenes de la resistencia al invasor, el Monasterio es una mezcolanza de estilos arquitectónicos que no hacen sino engrandecer su majestuosidad.

Exteriores de Santo Toribio de Liébana

La visita comienza necesariamente en los exteriores. Un paseo, que siempre será en pendiente, nos obliga a reencontrarnos con la naturaleza antes de acceder al santuario. En su interior, bastante sobrio, destaca el claustro que dará paso al visitante al Lignum Crucis. Ese es el gran tesoro de Liébana. Dice la tradición que junto a los restos de Santo Toribio, al Monasterio llegaron restos de la Santa Cruz. Concretamente del brazo izquierdo del madero en el que Jesús fue crucificado.

Desde entonces la reliquia ha convertido el Monasterio en uno de los destinos preferidos de los peregrinos. La tranquilidad, especialmente en los años jubilares, es complicada de encontrar. Pero siempre quedará la posibilidad de, montaña arriba, contemplar el ir y venir de turistas y peregrinos que quieren ver en primera persona, un trocito de la historia de la humanidad.

HORARIOS:
El Monasterio se abre todos los días del año. Mañanas de 10.00 horas a 13.00 horas y tardes de 16.00 a 19.00 horas. La explicación, bendición y veneración del Lignun Crucis, a las horas en punto y a las meidas.

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