Qué ver en Tarragona
Para descubrir la esencia de la Roma imperial, no hace falta atravesar los Pirineos. Sin ir más lejos, la fascinante Tarragona aún condensa en sus muros y calles numerosos vestigios arquitectónicos que dan fe de la que, sin duda, fue la época más próspera de esta luminosa y acogedora ciudad mediterránea.
Los comienzos de esa época dorada empezaron a escribirse en el año 218 aC., momento en el que las tropas romanas alcanzaron lo que hoy es el territorio catalán, desde el que iniciaron su ofensiva para hacerse con el control de toda la Península. Un escenario en el que Tarraco adquiriría un papel fundamental desde el punto de vista político, económico y estratégico, hasta el punto de convertirse en la capital de la denominada Hispania Citerior.
Tomada por los visigodos en el año 476 y conquistada por los árabes en el 717, la urbe quedó devastada y abandonada por espacio de cuatro siglos. Su renacimiento no se produjo hasta el 1090, fecha en la que el obispo de Vic, Berenguer, impulsó su reconstrucción y repoblación. Este proceso culminaría mucho después, en el siglo XVIII, cuando la buena marcha del puerto restituyó a Tarragona parte de su protagonismo de antaño. Incluso hoy, esta infraestructura sigue siendo uno de los motores de la ciudad.
Sin embargo, si por algo destaca esta localidad es por su generoso repertorio de restos romanos, que en el año 2000 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
A continuación, se detallan algunos lugares que no hay que dejar de descubrir:
Acueducto de Les Ferreres
Saliendo de la ciudad por la carretera N-240 en dirección a Lleida, a unos 4 km, se abre una desviación que permite acceder a este imponente monumento, erigido en el siglo I d.C. y también conocido como Pont del Diable. Está formado por dos pisos de arcadas superpuestas (11 en el cuerpo inferior y 25 en el superior). El conjunto tiene una altura de 27 m y una longitud de 217 m.
Anfiteatro romano
Este lugar brinda la estampa más representativa y espectacular de la Tarragona romana. Levantado en la segunda mitad del siglo I d.C. junto al mar, el recinto dio cabida a espectáculos con fieras y luchas de gladiadores. Asimismo, fue allí donde los romanos quemaron vivo a San Fructuoso, primer obispo de la ciudad, en el año 259.
Su estructura cuenta con dos partes claramente diferenciadas: las gradas, que disponían de capacidad para 11.800 espectadores, y la arena, con unas dimensiones de 62 x 37,25 m. En el centro de la misma, aún se distinguen los restos de una basílica visigótica del siglo VI, sobre la que se construyó otra parroquial románica en el siglo XII.
Cantera romana del Mèdol
Este enclave fue una de las canteras situadas en las inmediaciones de Tarraco que proveían a la ciudad de materias primas para sus construcciones. Su aguja, de 16 m de altura, marca el nivel original de la roca, lo que permite dar una idea del gran volumen de actividad que registró en el pasado. Para llegar hasta allí, se aconseja hacerlo a través del área de servicio del Mèdol, situada en la autopista AP-7.
Catedral de Santa Tecla
Este edificio acoge la mayor seo de Cataluña. Su construcción dio comienzo en el año 1171 sobre un templo romano dedicado a Júpiter, que había sido sustituido a su vez por una mezquita durante la dominación árabe. De factura gótica, presenta también algunos elementos románicos y barrocos.
De su fachada, que data del siglo XIII, destaca un imponente rosetón y un hermoso pórtico con imágenes de la Virgen y el Niño. En su interior, no hay que perderse un altar románico esculpido en mármol y un magnífico retablo gótico florido (siglo XV), firmado por Pere Joan. Su bello claustro, rodeado de 276 columnas, es otro de los platos fuertes de la visita.
Museo Nacional Arqueológico
Esta institución, cuya colección comenzó a formarse durante la primera mitad del siglo XIX, contiene la colección más importante de restos romanos de Cataluña. En ella hay piezas de bronce, bustos de piedra y notables mosaicos, entre los que descuella el que se conoce como «Cabeza de Medusa».
Además de estos alicientes, tampoco hay que dejar de visitar estos otros puntos de interés:
– Balcón del Mediterráneo
– Barrio judío
– Circo romano
– Festival Romano
– Fiestas de Santa Tecla
– Foro Provincial romano
– Murallas y paseo Arqueológico
– Museo Diocesano
– Necrópolis de Sant Fruitós
– Plaza del Pallol
– Portales del Roser y de Sant Antoni
– Teatro romano
– Torre dels Escipions
– Torre de Pilatos o del Pretor
Del mismo modo, las inmediaciones de Tarragona también son ricas por lo que atañe al excepcional legado romano. Buena muestra de ello son el arco de Berà —en la N-340, a 20 km de la ciudad, y del siglo I a.C.— y el mausoleo de Centcelles —en el municipio de Constantí, a 6 km de la capital de la provincia.
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Foto vía: Panageos