El Monasterio de Sant Pere de Galligants en Girona
Una ciudad como Girona guarda en su interior lugares mágicos que deberÃais conocer. Un paseo por su centro histórico, con la Plaza de la Catedral y su templo catedralicio, o la Iglesia de San Feliú, la más antigua de la ciudad, de la que dicen que se remonta al siglo IV, son visitas emblemáticas que os recomendarÃamos sin dudarlo.
Pero hoy queremos detenernos un poco más allá, justo al otro lado del rÃo Galligants y fuera del recinto que protegÃa la antigua muralla de la ciudad hasta 1362. Nos encontramos en el Monasterio de Sant Pere de Galligants, monasterio benedictino que data del siglo XII, del que sólo nos quedan la iglesia y el claustro. Aún asà es uno de los grandes ejemplos del románico catalán.
Se mantuvo como monasterio benedictino hasta bien entrado el siglo XIX. Visitamos en primer lugar la iglesia, con sus tres naves, crucero y ábside. Si contempláis la fachada exterior la veréis muy sencilla, con su gran rosetón. Sin embargo destaca sobremanera del conjunto la espectacular torre campanario, de forma octogonal y formada por dos pisos.
Lo mejor del conjunto lo encontramos en el interior, ya que hoy en dÃa es el Museo Arqueológico de Catalunya, donde veréis muchas de las colecciones de los restos encontrados en Empuries.
La otra parte que nos queda de este monasterio, el claustro, a pesar de ser pequeño es una belleza románica del siglo XII. Realmente se trata de una auténtica obra maestra en su estilo. Es precisamente desde el claustro desde el que se accede a las demás salas del monasterio, en especial el Museo Arqueológico. Si tenéis la suerte de visitar este claustro al atardecer, con el sonido de las campanas, os parecerá un lugar mágico.
Justo frente al monasterio veréis otra iglesia, la de Sant Nicolau, también un templo románico del siglo XII, que le da más belleza al conjunto. De todas maneras antes de llegar ya veréis la figura simbólica de la torre octogonal de Sant Pere de Galligants, uno de los edificios más bonitos que podréis contemplar en Girona. La visita se hace imprescindible.
Foto VÃa Carquinyol