Portomarin sobrevive al Miño

El Miño en Portomar�n

Muchos son los secretos que esconde el Camino de Santiago. Tantos que cada una de las infinitas etapas en que puede dividir el peregrino su ruta hasta la tumba del Santo puede merecer un blog propio. La leyenda se funde con la historia, el pasado con el presente y los contrastes son permanentes a lo largo del recorrido.

Muchos son los recuerdos que asaltan la retina de quien ha llegado a Santiago de Compostela. Desde la dureza de las etapas navarras, a la inmensidad de los campos de Castilla pasando por la belleza del tramo gallego. Es allí, en Galicia, donde el turista, peregrino o no, puede contemplar uno de los paisajes que nunca olvidará: la entrada a Portomarín sobre el rio Miño.

Portomarín es un pueblo nuevo. Por suerte o por desgracia es una de las tantas localidades españolas que en su momento resultaron incómodas y sobre sus cimientos originales acabó proyectándose el embalse de Belesar en los años 60. Aún así nunca pasa desapercibido. Especialmente cuando el caudal del Miño es escaso y Portomarín se duplica.

Capilla de Santiago en Portomar�n

La entrada a la localidad, decíamos, es espectacular. El primer contraste es el del doble puente. La reconversión del Miño en embalse conllevó también que el agua se tragara el antiguo puente de Pedro Peregrino. Junto a él, pero muchos metros más arriba, está la hoy entrada natural a la localidad y desde ahí, si el caudal lo permite, se pueden ver los vestigios del antiguo pueblo en el seno de un cauce que verdea por momentos. Es inevitable la foto y la visita a la villa se retrasa voluntariamente. El puente es, el gran protagonista de Portomarín.

Superado el impacto visual y superado el puente, llega el segundo golpe para el turista. Nos llevará un rato atravesar superar el cauce del Miño para chocarnos con la escalinata que da acceso a la Capilla de Santiago, una de las paradas obligatorias. Habrá que esforzarse para alcanzar el casco urbano. Situado en una colina, Portomarín fuerza el jadeo del turista con sus rampas de acceso. Una vez arriba, todos los caminos nos conducirán hacia su plaza donde sus pórticos y sus edificios de piedra, conceden el merecido descanso.

La plaza de Portomar�n

Además de la foto con el peregrino de piedra que preside el centro de la población, no hay que dejar de visitar la iglesia de San Nicolás o San Juan. A medio camino entre lo religioso y lo militar, el edificio sorprende por su triple pórtico y por su diseño más defensivo que religioso. Un recuerdo más del paso de los Caballeros Templarios por Galicia.

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