Un paseo por la ría de Ferrol

Pontedeume

Llevo varios días en Galicia, concretamente en la zona de Ferrol, disfrutando de unos días de vacaciones, en la mejor compañía que uno nunca pudiera estar. A mi alrededor siempre suena un bello soniquete, con acento gallego, que me recuerda que Galicia está «cada día mais linda, mais linda, cada día mellor e mellor». Realmente, no hace falta repetirlo mucho para darnos cuenta de ello…

No creo que tuviera lugar ni espacio para detallaros todas las maravillas que voy encontrando a mi paso. El abrazo del azul y el verde con el que la naturaleza y el mar me regalan cada día, sólo pueden pagarse con la eterna contemplación de unos ojos que se ensimisman en cada recodo, en cada esquina donde la ría salta como una niña traviesa.

Pontedeume duerme arrullada por su frondoso tejado, mucho más verde que el propio color verde. Parece una fina señorita gallega que, descalza, hunde sus blancos pies en el río Eume. Quiere salir corriendo por su largo puente, dando saltos para atrapar con sus dedos el sol que se derrama tras la espesura, goteando sobre el espejo de cristal en donde se refleja.

Pequeñas casitas solitarias parecen haber caído del cielo, conformando un puzzle de tejados de colores. Fachadas ocres que, en la distancia, parecen de caramelo. Carreteras que serpentean, abriendo caminos entre el verde y la ría que golpea con su puño de mar la ventanilla del coche. Cabañas, antes de llegar a Pontedeume, sonríe silenciosa, asomada al sol del verano.

Mugardos

Un corto trayecto nos lleva hasta Ares, pueblo de pescadores. Una leve brisa marina subirá eternamente al equipaje de la memoria. La playa es una postal de arena blanca y aguas azul turquesa. A la izquierda, un acantilado, como un leve asiento del sol. Y a la entrada del pueblo, un pequeño barco en donde hacernos la fotografía de siempre…

Cerca de Ares, por carreteras que parecen que pueden acabar para siempre en cualquier momento, mi nuevo reino de Mugardos. Reconozco que, de este viaje, me llevo muchas cosas, muchísimas, tantas como recuerdos y postales maravillosas. Pero además, el silencio de Mugardos, la orilla de la calma, el reguero de paz que brota de un pueblo que duerme casi dentro del agua.

Mugardos son muchas casitas de colores, ventanas con macetas y geranios, iglesias de piedra, castillos que en cualquier momento parece como si fueran a darse el último chapuzón del día. Mugardos es un paseo en donde el tiempo tiene sonido de gaviota, en donde las olas colorean un horizonte de fotografía. Como gotas de madera sobre las aguas, un grupo de pequeñas barquitas juegan al escondite sobre el mar.

De nuevo el dulce acento gallego me hace recordar que Galicia está cada día mais linda, mais linda, cada día mellor e mellor. Debo reconocerlo, saboreando cada instante y cada segundo de verde y azul que salta en cualquier esquina. Cualquier pequeño camino, por pequeño que sea, me dejará siempre en la memoria el suave aroma de una postal de Galicia.
Cada día mais linda, mais linda, cada día mellor e mellor…




1 comentario

  1. Alfonso dice:

    Debemos apreciar lo que es bueno. Y este es un lugar maravilloso

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